Durante as dúas últimas semanas de maio celebramos no centro o Certame de Microrrelatos do Colexio Plurilingüe Abrente. Podían participar os alumnos de 5º e 6º de Primaria e todos os alumnos da ESO. O tema era libre, escollendo un título de entre as cincuenta novelas máis importantes do século e creando unha historia orixinal. 

As gañadoras por categoría son: 

Lucía Hay Fernández (6º Primaria) co relato «A sombra do vento»  e   Sara Otero Meis (1º ESO) co relato «As uvas da ira». Aquí deixámosvos as dúas narracións que destacan non só pola súa orixinalidade, senón pola calidade da redacción.

                                                          

 

A SOMBRA DO VENTO (Lucía Hay Fernández)

Aínda que non o pareza, o vento ten unha sombra e decatase de todo. O vento coñece todas as historias de amor, todos os conflitos, os problemas, as sorpresas; mellor que ninguén. Ten todas as oportunidades para viaxar por todo o mundo e coñecer a todas as persoas que quere. Isto é o que pasa pola cabeza de Xiana todas as mañás.

-Mamá, eu quero ser coma o vento -dicíalle Xiana- quero voar por todos os lugares que quero!

-Xiana, se estudas e te esforzas, cando sexas maior poderás conseguir o que queiras.

-E ti mamá? Ti xa es maior, ¿conseguistes o que queres?

A súa nai quedou sorprendida do lista que saíu a súa filla, e non soubo que responder.

-Si… eu si… conseguín o que que-quería…                                                                                                                            

-E que conseguistes?

-Conseguín unha filla marabillosa – dixo confiada e saíndo do apuro

-Pois eu quero ser coma o vento – volveu a repetir Xiana.

Mentres, o vento, como xa contei antes, decatábase de todo. Pero ela seguía:

Mamá, sego sen entendelo, ¿non hai ningunha maneira de voar co vento?

A nena cansa de que non lle fixeran caso, quixo ir pola súa conta.

Pensou en facer unha avioneta.

A idea, non era boa, pero ,cabezona como era ela, seguiu polo seu camiño. Tardou varias tardes en facelo: colleu unhas cantas pedras, anacos de madeira, uns cantos parafusos etc… E cando terminou creou o seu propio Voavento.

Chegou o momento, un día ventoso e soleado e ela sentíase liberada despois dun vo día e pasou o que tiña que pasar: voou co vento e nunca se soubo máis de esa rapaciña, pero di a lenda que polas rúas menos poboadas, vese a sombra do vento. A silueta dunha nena cunha avioneta mal feita e cun sorriso moi grande.

E isto pasou porque o vento o escoita todo e decidiu voa con Xiana.

 

LAS UVAS DE LA IRA (Sara Otero Meis)

 

Nadie se acercaba al viñedo. La leyenda decía que le sucedería algo horrible a quien comiera las uvas del viñedo de oro. El pueblo en el que sucede esta historia era, en general, muy propenso a creerse todo lo que la gente contara, aunque fuera sin pruebas. Pero claro, en cada »en general» hay alguna excepción, y Clara era una de ellas. Había oído decenas de veces esa leyenda y no se la creía.

Clara tenía 12 años, muy buena memoria y, como era muy curiosa, escuchaba atentamente todo el mundo (con la esperanza de aprender algo nuevo), lo cual incluía a los pocos valientes que se habían atrevido a acercarse al viñedo, aún sin haber probado las uvas, las cuales, según ellos, tenían un color tan saludable que era muy difícil contener la tentación de llevarse una a la boca.

Clara y sus amigos, por mucho que la gente hablara, no se creían la leyenda y decidieron demostrar que no pasaba nada horrible al comerse aquellas uvas. Lo organizaron todo cuidadosamente: esperarían a que se hiciese de noche, así nadie intentaría frenarles por el camino; se dirigirían al viñedo donde probarían las uvas, y luego volverían de vuelta al pueblo con algunas uvas para demostrarle a la gente que no había nada que tener. Y así lo hicieron. A las diez de la noche, Clara salió por el patio de atrás a la calle donde la esperaban Javier e Iván, sus dos mejores amigos. Los tres emprendieron el camino hacia el viñedo. Al llegar se adentraron en la maleza, demasiado alta porque nadie se atrevía a ir a cortarla. Llegaron a una especie de claro donde la hierba no había crecido y, exactamente en el centro de él, había una rama de la que colgaba un racimo de uvas. Los amigos se miraron entre si y asintieron para darse ánimos. Clara dio un paso a delante y, tras una breve vacilación (se ve que al final las conjeturas de los pueblerinos habían hecho mella en ella), alargó la mano, cogió una de las uvas y se la comió. Tenía un regusto a algo que Clara no sería nunca capaz de definir, pero que estaba buenísimo.

Sus amigos la miraron cuando ella se dio la vuelta y tragó la fruta. La chica sonrió, pero su sonrisa se quedó estática por un momento y se transformó en una mueca de ira cuando Clara sintió que esta comenzaba a aflorar en su interior. No lo aguantó más y se desahogó, despotricando contra todo aquel que se le pasó la cabeza. Javier e Iván la miraron, asustados, pero cinco segundos más tarde su amiga se calmó y los miró.

            – Ehmm…, ¿qué acaba de pasar? – preguntó Javier.

            – No tengo ni idea – contestó Clara, sintiéndose mareada de pronto y sentándose en el suelo. Los chicos se sentaron a su lado.

            – Ha sido cosa de las uvas – afirmó Iván

            -Aunque no te lo creas, a esa conclusión ya habíamos llegado todos – contestó Javier con ironía. Iván abrió la boca para replicar, pero Clara intervino:

            – Dejadlo ya chicos – dijo con cansancio en la voz. 

Ellos callaron. Clara enterró la cabeza entre las piernas, pensando en lo que acababa de pasar.

            – Deberíamos volver – rompió el silencio Iván -, ahora que ya sabemos lo que pasa con las uvas creo que lo mejor es que la gente siga pensando que son malas.

Los demás asintieron y se levantaron, Clara se mareó y se tuvo que apoyar en sus amigos para no caerse de nuevo.

– ¿Seguro que estás bien? – preguntaron los chicos.

– Sí, solo ha sido el momento de levantarse – contestó la chica, nerviosa.

Salieron del viñedo, cogieron las bicis y volvieron al pueblo. Ninguno de los tres le mencionó el asunto a nadie más, pero sí que lo hablaron entre ellos alguna vez más.